Me consideraba una católica convencida, tocaba la guitarra en el coro, hice dos veces el Camino de Santiago. Incluso me confirmé. Después no sé qué pasó. Supongo que una combinación de cosas; el caso es que, para decepción de muchos, dejé de pensar de ese modo.
Sin embargo, me gusta creer que aún conservo algunos amigos de esa época. Y digo que me gusta creer porque no estoy segura de ello; al desvincularme, al empezar a hablar como una “malvada atea” nos distanciamos. Es curioso que, mientras era católica, los ateos me acogieron desde el respeto, pero cuando empecé a considerarme “no exactamente católica” la respuesta de los católicos fue el intento de adoctrinamiento, el juicio y finalmente el silencio y la distancia.
A J. lo conocí siendo seminarista y mantuvimos el contacto hasta mucho después de que se ordenara. Quizá su mayor defecto es el ser terriblemente soso, pero tiene otros cientos de virtudes por las que merece (o merecía) la pena tenerlo cerca. Una de ellas, la que más me gustaba, era que no me juzgaba. Ya podía decir la barbaridad más grande, que J. se limitaba a sacudir la cabeza con una sonrisa. El caso es que cada vez que me imagino explicándole a alguien por qué ahora no quiero ni oír hablar de la religión, me imagino explicándoselo a J. Absurdo, porque quizá a estas alturas también me acusaría de sacrílega. O quizá solo sacudiría la cabeza. No me apetece comprobarlo, prefiero quedarme con el recuerdo del buen J. que tiene una sonrisa para todo el mundo… y que él recuerde a la chica cabezota que tocaba la guitarra.
La conversación me la imagino más o menos así (J. en verde)
- No me dirás ahora que crees en Dios pero no en la Iglesia - dice, con cierta sorna, después de que le explique las falsedades de los católicos que me he encontrado. Siempre dijo que los que dicen eso es porque no les gusta madrugar el domingo.
- No. En absoluto. Pero habíamos quedado en que, o se cree en todo, o no se es católico.
J. asiente con la cabeza. Es una de las normas; y sabe que no soy ya una niña de catequesis, y aunque no haya estudiado tanta teología como él, conozco las reglas del juego.
- Entonces, ¿qué es lo que falla?
- ¿Crees en serio que cuando el Papa abre la boca en los Concilios, habla por Dios? No es que no me lo crea, es que no me cuadra. Si Dios es como dices que es, no puedo creer que lo que dice el Papa sea inspiración divina. O bien no es así, o bien la idea que tengo de Dios está equivocada… y me inclino por lo primero.
- Ya, pero es que la Iglesia está formada por personas y ya sabes que…
- … Sí, el libre albedrío, la libertad. Eso puedo entenderlo. Pero es que hay más.
- ¿No crees en Dios?
- Buuuuuffffffs…. – suspiro - Veamos… ¿Conoces la hipótesis de Gaia? Hay algo que no puedo explicar que comparten todos los seres vivos. Puedes llamarlo Termodinámica, la Fuerza o Dios. Igual que con las cadenas de acontecimientos; Teoría del Caos, Kharma, designios divinos. Tú puedes ver a Dios ahí, y yo no te lo discutiré; es más, me parece razonable. Tampoco voy a poner en duda, después de lo que sé por Fortea, que existan los demonios, así que es lógico que existan sus contrarios, ángeles, y por qué no, Dios. Pero del Dios antropomórfico no veo más que cuentos de pastores y convalidaciones.
J. empieza a reírse. Lo de las convalidaciones le hace gracia y me revuelve el pelo. Quiere que se lo explique.
- A ver… ¿Cuántos años tiene el Antiguo Testamento? Un pilón, ¿no?
- Sí.
- Y por ejemplo, la fiesta del nacimiento de Jesús es una adaptación de una de las fiestas romanas, para acercar la religión al pueblo y no dejarle sin fiestas. Esto es una máxima en todas las religiones. Si sumamos los años del antiguo testamento con los del nuevo testamento, y empezamos a mirar las adaptaciones… Muchas se nos escaparían. Y sabiendo esto, ¿cuánto de verdad hay? Es como lo de los planes de estudio. Dentro de diez años, los papeles dirán que de tal plan de estudio se observan nosecuántas diferencias con los anteriores. Pero esto es sobre el papel, porque en la práctica, dos más dos siguen siendo cuatro. ¿Cuánto de lo que se asume por verdad es realmente verdad o una convalidación?
- Es verdad, Merchita… pero tras las “convalidaciones” como dices tú, hay una Verdad, da igual cómo la expliques.
- Porque tú crees que partieron de una verdad. ¿Y si no es así?
- Tú misma no descartas que Dios exista.
- Pero el tinglado que han montado alrededor…
- ¡Es que te estás refiriendo a la Iglesia! - J. se relaja. Si la pega es la Iglesia, sabe cómo convencerme. Y yo sé que lo haría, si no fuera porque mi paganismo tiene algo más de profundidad que mis diferencias con la institución.
- Y a Jesús.
- A ver… ¿qué te pasa con Jesús…?
- Pues dos cosas. La primera, que tenía razón. La segunda, que Nieztche también dijo que era Dios y la Iglesia actual lo tacha de blasfemo, exactamente lo mismo que hicieron los judíos con Jesús.
- No me dirás que crees que Nieztche…
- … no, no. Un pirado más.
- Un pirado más ¿como Jesús, quieres decir?
- Más o menos. Es que… encontré unos Evangelios apócrifos.
- Pero los evangelios apócrifos no están completos
- Por eso la Iglesia no los admite. Pero hay un fragmento… no lo recuerdo textualmente, pero decía que el Reino de Dios no vendrá como una espera, no se dirá “ya está aquí el Reino de Dios”, sino que está entre nosotros, y no lo vemos. A mi eso me da qué pensar, ¿sabes? Cogiendo todas las enseñanzas… imagínate que todo el mundo las cumpliera tal y como era la idea original, todos llevándonos bien. ¿No sería un auténtico Reino de los Cielos? ¿Un paraíso? ¿No crees que sería un buen modo de explicar a un grupo de aldeanos de hace 2000 años por qué hay que llevarse bien? ¿Por qué en estos evangelios apócrifos no hay referencia a la vida después de la muerte? ¿Porque no están completos… o porque en los otros es una convalidación de, por ejemplo, los egipcios, añadida después?
- ¿Me estás diciendo que no crees en la resurrección de Jesús?
Miro para abajo. No, no creo. ¡Ya me gustaría! Pero no puedo reconocerlo mirándole a los ojos, sé que le dolería. Tampoco creo que muriera por nosotros. No hace falta que lo diga, J. mira hacia otro lado.
- J., a Jesús lo mató la estupidez humana. Luego sus amigos dijeron que había resucitado. Al final yo solo lo creía por la Sábana Santa, pero el pintor que hizo el análisis de la deformación axial... Lo siento, si es una prueba de fe, no la he pasado.
Silencio. J. se repone, no quiere aceptarlo. Él se aferra a su fe, por lo que una declaración como la que acababo de hacer es un golpe.
- No te preocupes, no tiene nada de malo. Dios te quiere igual.
- Me encantará descubrir que me equivoco - digo, devolviendo la sonrisa.
- Ais, Merchita, que te me has vuelto agnóstica...
No le digo nada del demonio. Un día, pregunté a Fortea por qué el Demonio no pedía perdón. Que Dios le iba a perdonar, que donde estaba el problema. Fortea se encogió de hombros, y me explicó que una vez preguntó eso mismo a uno de los demonios a los que le estaba practicando un exorcismo.
El demonio respondió: "una vez vi la luz y me aparté".
Esa frase tiene más de un significado. Uno, evidentemente, que se refiere a la luz como Dios. O dos, que quizá el demonio quería decir que se apartó porque lo había entendido todo. Esa frase me tortura martilleando en mi cabeza, me dice que hay algo que no nos han contado.
Nunca le contaré esto a J.
1 comentario:
Una reflexión muy interesante, da que pensar.
¡Un beso!
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