No te preocupes, yo me encargo.

10 agosto 2008

Es de noche y llueve. El agua resbala en pequeños riachuelos por las piedras de la rúa, reflejando los rayos de la luna. Llega hasta mis pies descalzos, pero no moja…

Aquel día sí mojaba, pero llevaba las botas de montaña. Mientras recorríamos las calles de Santiago buscando a Jose Luis, la tormenta se hacía cada vez más salvaje. Frío, y miedo. Pero no por nosotros. Jose Luis está enfermo, y a cada instante que pasaba ese pensamiento martilleaba con más fuerza. Jose Luis está enfermo... y no sabemos dónde está.

Esta historia acabó bien, gracias a la diosa. Jose Luis es epiléptico, sí, pero de tonto no tiene un pelo. Una bronca, unas lágrimas y unos abrazos y todo volvió a ser como antes.

No obstante, creo que fue entonces la primera vez que mantuve una absoluta serenidad por primera vez. Había que buscarle, sí, pero se era más eficiente estando tranquilo. Se piensa mejor.

Empezó. Hay un problema, la gente me mira y espera que sepa qué hacer, repartir los papeles. Luego, continúa con los problemas particulares: consejo, ayuda. Finalmente, como ahora, esperan que sea yo quien lo solucione. Aunque ni siquiera sea problema mío.

No me preocupa, cuando sé cómo. Y no siempre lo sé.

No hay comentarios: