Mezclar a Saramago con cuentos del desierto tiene, inevitablemente, algunas consecuencias en el entramado de los pensamientos.
En algún punto de mi memoria quedan fragmentos de un curso sobre agua para el desarrollo, (como situar un pozo en un campo de refugiados, problemática del agua en países en vías de desarrollo, en zonas de conflicto y cosas así) que hice el año pasado. Interesante, no mucho; es lo que pasa cuando se tocan muchos temas y no se profundiza en ninguno, con tantas ONG tratando de ganar adeptos mediante la compasión y explicando, a unos biólogos, cómo se transmite la malaria.
Lo que se me quedó grabado en aquel curso, es que en el mundo, el agua es un lujo.
Todo esto estaba oculto, como una semilla que necesita un invierno para germinar.
Aquí viene cuando cuento lo que ha pasado.
Trabajo en un Jardín Botánico como educador ambiental. En varios puntos del Jardín hay fuentes; concretamente donde yo suelo trabajar hay un pilón con un grifo destinado a llenar garrafas y barreños para las manualidades, para regar, para beber y refrescarse. Hacía mucho calor, un calor seco, de los que hacen que el protector solar arda sobre la piel. No sé si es una sensación sólo mía, con esos días de calor, parece que el protector cede, calentándose por efecto de los rayos nocivos.
En cuanto tuve un momento me acerqué al pilón, abrí el grifo y puse las manos bajo el chorro de agua, empapándome hasta los codos. Luego cogí agua para refrescarme la cara, y en ese momento, todo se detuvo.
Las gotas se quedaron quietas, en el aire, durante una eternidad. El agua, la frescura, el sonido. Cientos de imágenes volaron en mi cabeza, como gaviotas. Fotogramas de vidas, de distintas vidas en distintas partes del mundo. Un árabe que hacía ese mismo gesto antes de rezar, con máximo respeto. Un niño con una botella de agua marrón, parias en el Ganges, mujeres con bidones al hombro, mercurio en los lodos del Amarillo y el Azul. Sudáfrica. De nuevo el árabe, el mohacid llamado a su espalda, o a mi espalda.
Cerré el grifo. Con el silencio del chapoteo, llegaron las palabras inconexas, lujo, don, responsabilidad. Sagrado. Especialmente esta última. Sagrado.
El agua es sagrada.
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4 comentarios:
Desde los albores de la civilización humana, el agua se ha caracterizado como uno de sus principales factores determinantes.
Los primeros núcleos de asentamientos humanos se ubicaron en las proximidades de ríos y lagos.
Incluso dio lugar a la creación de una escuela filosófica. Tales (nacido en torno al 640 y muerto en el 545 a. C.) fue uno de los filósofos destacados de la Escuela de Mileto y defendía que el principio de todo era el agua, fundamentando su teoría en el hecho de que el agua era el único elemento que podía encontrarse en los tres estados de la materia: sólido, líquido y gaseoso.
Con el paso del tiempo, y con el desarrollo de la actual sociedad, la humanidad ha ido abusando de ese recurso natural (contaminación, pesca abusiva de especies que están al borde de la extinción…etc) hasta limites insospechados
La importancia del agua es prioritaria; que se lo pregunten a los habitantes del tercer mundo…
Llegados a este punto, no veo difícil que el día de mañana las guerras se declaren por la posesión de los recursos naturales existentes
De todas maneras en un entorno como un Jardín Botánico (¿las fotos de las plantas son de las suyas?) y con un gran calor; es normal que el toque con el agua fría te trajera los recuerdos de Saramago, de los poemas, de los cursos de las ONG….
La mente hace asociaciones curiosas ;)
Homo Rolerus
Todas las fotos del blog son mías, salvo una de un perrito que está una de las primeras. Me alegra que te gusten ^^
Ya, me referia a si las plantas son del Jardín Botánico.
Si la respuesta es si, casi me dan ganas de dejarme caer por esos lares; la verdad es que son increilbles ;)
Homo Rolerus
Todas, todas no... Las de las orquídeas y la del arce sí.
Y sí, es un sitio muy bonito.
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