Por varios motivos.
Los pájaros, los reptiles, los anfibios y los peces son fáciles de encontrar.
Un amigo mío dice que prefiere los peces, porque sales a ver peces, y ves peces. Si sales a buscar una nutria, vas a encontrar los restos del almuerzo, excrementos y con suerte alguna huella. Tiene razón. Los mamíferos son así; y es más, a veces deseas no encontrártelos... como le pasó a una compañera en la madriguera de un tejón.
Precisamente en eso está la magia. Porque no los ves... pero puedes tirarte meses sabiendo que está ahí. Sabiendo cual es su madriguera, qué ha comido esa semana. Si le duele una pata. Si tiene bien los dientes. Se convierte en parte de tu vida; sonríes cuando compruebas que ha sacado adelante la camada.
Y no verlo nunca.
Hasta que lo ves. Ocurre normalmente al amanecer o al atardecer; te encuentras al zorrito en un recodo del camino. Se detiene un momento, te mira, parece sonreir y sigue su camino. Porque él también te conoce; conoce tus pasos, tu olor. Probablemente incluso tu voz. Ya no te tiene miedo. También formas parte de su vida.
Supongo que es como todo. No me gustan las cosas fáciles.
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