Sobre las verdades

30 diciembre 2008

"Di la verdad siempre, aunque te conduzca a la muerte. Este es tu juramento"

Hubo un tiempo en el que me enorgullecía de decir siempre la verdad. Tenía, como todo, su lado bueno: no necesitaba demostrar nada. Confiaban en mi.
Pronto empecé a tener problemas con ello. Porque la gente hace preguntas, y quiere oir tu respuesta, porque es sincera y pueden creerla. Pero no quieren tu respuesta por sincera, sino por creerla. La respuesta es la que ellos desean. En realidad, desean que les mientan.

¿Cuántas veces me han pedido que sea sincera? Cientos. ¿Cuántas veces lo he sido? Muy pocas. La verdad es ácida y quema, no todos están preparados para ella. Lo triste es que la mayoría de las veces prefieren que les mientan, aun cuando saben que les mienten. Es peor decir una verdad que no quieren creer; si descubren la mentira y te piden explicaciones, te encoges de hombros y respondes "¿Qué esperabas que te dijera?" Terrible, pero cierto. Asienten. Decir la verdad desde el principio acaba inevitablemente en gritos, llantos e insultos.

Pero ser capaz de soportar la verdad es más difícil que decirla. Y hay quien se enorgullece, y pide sinceridad. ¿Será porque es elegante? ¿Es como llevar un galón de honor? ¿Por qué no son sinceros ni siquiera con eso? ¿Por qué no dicen "dime la verdad sólo cuando vaya a gustarme"?

Al final he de valorar si se puede o no decir esta o aquella verdad a alguien. ¿Quieres que te diga siempre la verdad? Gánatelo.

No soy más que una rata tramposa. ¿Qué esperabas que te dijera?

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