A veces creo que la música no se compone, se descubre. La música que realmente te llega al alma, que hace que algo vibre en tu interior no es algo que haya surgido de la imaginación de alguien; es despertar una melodía que estaba dormida desde, quizá, antes de que se formara el propio mundo.
Y es que cuando algo así ocurre, sientes que no eres tú quien la ha creado; ella te ha encontrado a ti, ha tomado el control de tu cuerpo y tú solo puedes dejarte llevar. Porque es ella quien manda; porque mientras estás tocando, todo fluye sin dificultad; sabes que es así, qué nota vendrá después, qué acorde, qué ritmo. Cada instrumento ocupa su lugar, sin hablar, sin acordar nada. Todo está en su sitio; es así desde el Principio.
Hará como seis años de lo que voy a contar. La chica del cello, Carmen, hablará en verde.
Carmen tenía por aquel entonces unos quince años, y como tal, andaba con todas las hormonas revolucionadas. Creo que el día que dijo que quería tocar con nosotros, en realidad quería tontear con alguno de los chicos. Me dio un poco igual; llevaba más de siete años tocando el cello, y parecía que tenía suficiente cabeza para que, entre tonteo y tonteo, hacer algo serio. Además, seguro que podíamos enseñarnos mutuamente. Yo daba clases de guitarra a unos niños y, a cambio, nos dejaban un local donde tocar un poco. Queríamos componer algo; pero la gente entraba y salía y era difícil crear el clima adecuado si siempre había alguien dando su opinión.
Mi hermano salió fuera a acompañar a uno de los que tocaban la guitarra con nosotros, y durante unos minutos, me quedé a solas con Carmen y nuestros instrumentos. Estábamos cansadas. Dos días y de ahí no salía nada.
- ... es que tienes que dejarte llevar, Carmen. Fliparlo, para que me entiendas. Sentirlo.
- Ya te he dicho que no te entiendo. ¡Tú dime qué quieres que toque!
- Eso no sirve. Eso es lo mismo que pedirme que lo componga yo.
- ¡Pero es que no te entiendo!
Suspiré. Yo no sabía tocar el cello; pedirme que compusiera una partitura para ella venía a ser lo mismo que pedirme que pilotara un F17. El aprendizaje de Carmen era mucho más técnico que el mío; "tocar juntos" venía a ser coger una partitura para dos instrumentos e interpretar su parte. Yo, en cambio, había tenido la suerte de tener un compañero de clase y unas cuantas experiencias que me habían enseñado que la música es mucho más que lo que dicen las partituras. Tenía que hacérselo entender. Pero El eso, no es algo que pueda explicarse. Hay que sentirlo. Y no es que le faltara capacidad. Muchos músicos técnicos eran capaces de interpretar una partitura sin oirla, aunque no se les podía pedir más. No era el caso de Carmen; yo sabía que ella podía sentirlo. Sólo tenía que...
- A ver. Respira hondo, y toca.
- Pero a ver, si no me dices qué quieres que toque, ¿qué voy a tocar?
- Lo que se te ocurra. Lo primero que se te pase por la cabeza.
Comenzó a tocar una partitura, su favorita. Una partitura que se sabía de memoria.
- Eso no.
- Has dicho que lo primero que se me ocurriera.
- Pero no algo que te sepas de memoria. ¿No sabes dejarte llevar?
- Es que no lo he hecho nunca...
Ambas suspiramos. Hubo un momento de silencio en el que no nos miramos a la cara. Supongo que también era cansado para ella; no entender qué es lo que te quieren decir cuando para la otra persona es obvio.
Entonces empezó a tocar. Una escala.
- Un segundo, Carmen. ¿Qué escala estás tocando?
- La de... ¿En clave de sol, no? - Sonrió.
- Ya sabes que las claves no son lo mío. No me hagas trabajar - Le devolví la sonrisa mientras ella pensaba un instante
- La de Do.
Continuó con la escala. Yo no la miré, no necesitaba hacerlo. Empecé un ritmo, y la miré, mientras ella me observaba sorprendida. Nos miramos a los ojos, y sonreí. Cuatro notas de escala más tarde, mis manos cambiaron solas de acorde. Ella tomó aire para decirme que cambiara de acorde, que había que pensar qué iba entonces. Pero se sorprendió porque no fue necesario. Dos, tres veces más. Paramos cuando mi hermano volvió a entrar.
- ¿Lo entiendes ahora?
- Sí... ¡¡Sí!!! Es... es...
- Ya te lo he dicho - interrumpí, riendo. Lo habíamos conseguido; sus ojos brillaban con una ilusión no vista hasta ahora. Mi hermano sacudió la cabeza cuando le miré, como pensando "has vuelto a hacerlo". Se sentó a la batería.
- ¿Otra vez?
- Claro.
Ella intentó decirle a mi hermano qué era lo que tenía que tocar, pero sólo le salió un balbuceo.
- Déjalo estar, anda. Deja que él lo flipe también.
De nuevo, su escala y mis acordes. Esta vez, con más seguridad. Un compás, dos compases. La batería perfecta de mi hermano entró, y los tres seguimos tocando sin mediar palabra. Sólo sonreíamos. Esta vez, añadió unas variaciones que seguimos sin problemas.
Carmen no salía de su asombro.
Alguien entró, escuchó y dijo que "sobraba la batería". Siempre hay alguien a quien que dice que sobra la batería. Mi hermano está acostumbrado, y no dijo nada, pero sigue sentándole mal. Le vi contenerse. Mi sorpresa fue la respuesta de Carmen.
- No, no sobra.
Lo dijo con el convencimiento del que sabe que es así. Que no ha compuesto una melodía, que la ha encontrado. Alguien trató de argumentar en contra de la batería. Carmen sólo dijo
- Es que... No. No sobra. Porque...
Y me miró, nos miró, y se echó a reir. Ahora era ella quien no era capaz de explicar por qué lo sabía. Traté de echarle una mano.
- Esto es un local cerrado, Alguien. La batería retumba mucho. Luego, con la megafonía bien puesta y en sitio abierto, queda más equilibrado. No te preocupes.
Alguien se marchó, no demasiado convencido, pero seguro de que no nos haría cambiar de opinión.
- ¿Y esto no me lo podías haber explicado antes, la primera vez que te dije que no te entendía?
- ¿Tú te sientes capaz de explicárselo a alguien?
Dimos por acabado el ensayo, recogimos y nos fuimos a casa. Durante el tiempo que estuvimos tocando juntos, el modo de ver la música de Carmen cambió radicalmente desde aquel día. Hace mucho tiempo que no hablo con ella, pero estoy segura de que El Eso, no lo olvidará jamás.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Si te sirve de algo; a mi me paso algo similar a Carmen pero dibujando. Estuve años estudiando para aprender a dibujar. Y tan solo he empezado a hacerlo de forma que no me dan ganas de cortarme las venas; cuando olvide lo que sabía y lo hacia con "Eso"
=P
Publicar un comentario