Fue un profesor de antropología al primero al que escuché el término dragón dormido. Hacía referencia a datos científicos que no pueden explicarse mediante los paradigmas del momento; por ejemplo, los datos astronómicos referentes a la órbita de Mercurio (Era Mercurio, si la memoria no me falla...) no podían explicarse mediante la ley de la gravitación universal de Newton. Esos datos se quedaron obviados: no nos gustan, asi que los ignoramos.
Pero están ahí, y hay un momento en el que estallan en la cara. Entonces llegó Einsten.
Hay dragones dormidos en todas las áreas de conocimiento. (La Teoría de la Evolución no explica el registro fósil, aunque hay intentos)
Con las personas pasan cosas así a veces. Cierto tema que causará una discusión se elude, por ambas partes, todo lo que se puede. Está ahí, ambos saben que está ahí... pero se entierra. Es un dragón dormido: poderoso, destructivo. Temporalmente inerte.
Y da mucho miedo que se despierte.
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1 comentario:
El despertar del dragón es terrible, pero hay pocas cosas más satisfactorias que enfrentarse a él y, victorioso, contemplar su inofensivo cadáver.
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